Amistad, ¿palabra devaluada o de moda?

“La amistad es una rara flor que brota muy de vez en cuando y si tienes la suerte de encontrarla, cultívala, cuídala y mímala no vaya a ser que se te marchite entre las manos”.
(Katy)

¿Qué entendemos cuando hablamos de amistad?
Si nos hicieran esta pregunta lo más seguro es que la responderíamos subjetivamente, contestándola desde nuestra experiencia personal o bien recurriendo al reino de las ideas sin darnos cuenta que el conocimiento y la razón no nos llevan a responderla. En el complejo mundo de las relaciones humanas, la amistad no es un valor abstracto, se materializa día a día, la vivimos y experimentamos a lo largo de toda nuestra vida. Existimos en la medida en que nos descubrimos y nos reconocemos en el otro.
La Real Academia de la Lengua define la amistad como “un afecto desinteresado entre dos personas”.
No hace falta recordar los ríos de tinta y toneladas de papel vertidos con el fin de ensalzar, explicar y esclarecer las misteriosas relaciones humanas.
Sé que el tema es complicado, pero ha estado siempre presente a lo largo de la distintas etapas de mi vida y sobre el cual he reflexionado cantidad de veces. Y antes de empezar a escribir  pensé que sería acertado actualizarme y preguntar al respecto en mi entorno próximo:

-¿Crees en la amistad? ¿Qué quieres decir cuando dices “este es mi amigo o amiga?
Descubrí que es la palabra de moda entre jóvenes y adolescentes, pero con muy poco contenido. Cuando dicen “mis amigos” definen una serie de relaciones que nada tienen que ver con un encuentro personal entre un tú y un yo. El trato superficial hace que el amigo sea alguien con el que se divierten y se lo pasan bien. "Voy al cine, veo el fútbol, tomo café o el aperitivo, compartimos algún hobby". Pero en definitiva son amigos de quita y pon, de usar y tirar. Cambian de amigos con facilidad en cuanto no corresponden a la idea que tienen de ellos. Confunden la amistad con sinónimos en dónde se diluye el sentido profundo que define la misma: Compi, camarada, colega, conocido, vecino...
He querido bucear de nuevo en mi interior y contrastar estas respuestas.
Me he preguntado si realmente podemos hablar de “afectos desinteresados”. Sabemos que el ser humano para sentirse persona necesita dar y recibir afecto. Generalmente amamos en función del yo, y en la medida que damos queremos ser correspondidos.
Con nuestro egoísmo tratamos de manipular al otro, entran en juego nuestras emociones y pasiones más primitivas. No queremos al amigo si no a la idea que nos hemos hecho de él. Proyectamos la perfección anhelada en el otro y si no responde a nuestro esquema mental, produce en nosotros desencanto.

Al hacernos la pregunta ¿Desde dónde nos relacionamos con el amigo?
La respuesta tendría que ser "desde la generosidad y capacidad de entrega de cada uno"
Es una cuestión de actitud que entronca con el amor a pesar de ser valores distintos. Si no existen esta capacidad de entrega desinteresada y compromiso serio, no se puede hablar de amistad. Será una relación, una compañía, otra cosa.
Una persona madura es aquella que ha descubierto que el egoísmo es síntoma de inmadurez
Entre el tu y yo,  se ha de establecer un vínculo de unión tan profundo que por el mero hecho de sabernos aceptados nos ha de comprometer a colaborar en el crecimiento mutuo, respetando nuestras individualidades.
La amistad es  el ideal de relación entre dos personas.
"Cuando mi universo interior se encuentra con otro universo en una misma frecuencia y sintonía, entonces solo entonces, se da el milagro de la amistad". Darnos desde lo que somos y no desde lo que tenemos, compartiendo lo mejor de nosotros mismos".

Termino con unas frases entresacadas de una poesía de Kahlil Gibran:

“Y que no haya otra finalidad en la amistad que no sea la maduración del espíritu. Pues el amor que procura otra cosa que la revelación de su propio misterio no es amor, sino una red tendida, y solo lo inútil será en ella atrapado. Y que lo mejor de vosotros sea para vuestro amigo”