Mi vecina Amalia tenía sus manías como cualquiera, pero su obsesión por los cristales era casi enfermiza. Se lo habían notado desde niña porque no había cosa que más le gustara que limpiarlos. Un trapo y cualquier líquido de esos que olían a alcohol eran suficientes para tenerla entretenida.
También le atraía la pedrería y toda clase de brillos que coleccionaba y guardaba en una caja como un tesoro. Solía esparcirla por su cama y mirarlas embelezada cual tesoro único y disfrutar como seguramente lo haría Ali Babá en su la cueva de los ladrones. Y ni que decir de la lupa que le había regalado su padre, una joya de cristal que le permitía ver aumentados sus cristales y descubrir señales de dedos en la mesa del salón.
De mayor seguía sin poder observar huella alguna, ni gotas de lluvia, manchas o suciedad en las ventanas. “Los cristales tienen que ser transparentes y diáfanos” decía.
No soportaba ver las persianas bajadas ni la oscuridad. Necesitaba la luz como el aire que respiraba. Jamás ocultaba su rostro tras unas gafas de sol, ni entendía a los que ponían cristales opacos en las ventanillas de sus coches.
De regalo de bodas pidió nada menos que una “bola de cristal”
- Chica rara esta, para que querrá una bola de cristal, igual es que quiere saber algo de su futuro comentaban entre si sus más allegados, sin sospechar tan solo la deseaba por su hermoso brillo.
Ni que decir que su luna de miel fue otro capricho Venecia pasando primero por Burano, porque quería contemplar las bellezas que se hacían con el vidrio, para terminar en Suiza y ver de cerca la fabrica de Swarosky. Toda una pasión.
Sin embargo no la atraían para nada ni las lámparas ni las vajillas de cristal, es más, las detestaba por la única razón de que se marcaban los dedos en ellas, y nunca estaban transparentes.
Tal era su obsesión que a su primera hija le puso el nombre de Cristal y no por lo frágil precisamente. Por suerte no se parecía en nada a su madre, eran polos opuestos, ella odiaba esa manía absurda de verla siempre con un trapo diferente restregando todo lo que ella tocaba.
Un día tuvieron unas palabras más fuertes que otras porque Cristal había dejado su vaso de café en la mesa y está se quedó manchada con un hermosos redondel.
Incomprensiblemente Cristal que en ese momento estaba comiendo una tableta de chocolate se enfureció y sin pensárselo dos veces restregó sus dedos por todas las ventanas, espejos y mesas en dónde había algo que brillase.
Amalia en un arrebato de histeria le arrojo a la cabeza su maravillosa bola de cristal que en ese momento tenía en la mano, haciéndole una brecha de la que su hija Cristal tardó unos meses en recuperarse.
Me cambie de ciudad y le perdí la pista a Amalia. Pasado unos años pregunté por ella y me contaron que a raíz de lo sucedido le entró una depresión que le duro un par de años y desde entonces le ha disminuido el ansia e interés por los brillos y destellos.
Seguramente que su maravillosa bola de cristal antes protagonista, seguirá haciendo guiños a su dueña desde algún rincón de la estantería a donde fue confinada.
Moraleja
Hay que tener cuidado con las obsesiones porque pueden conducirnos a situaciones irreversibles.
Katy 2009-08-11
También le atraía la pedrería y toda clase de brillos que coleccionaba y guardaba en una caja como un tesoro. Solía esparcirla por su cama y mirarlas embelezada cual tesoro único y disfrutar como seguramente lo haría Ali Babá en su la cueva de los ladrones. Y ni que decir de la lupa que le había regalado su padre, una joya de cristal que le permitía ver aumentados sus cristales y descubrir señales de dedos en la mesa del salón.
De mayor seguía sin poder observar huella alguna, ni gotas de lluvia, manchas o suciedad en las ventanas. “Los cristales tienen que ser transparentes y diáfanos” decía.
No soportaba ver las persianas bajadas ni la oscuridad. Necesitaba la luz como el aire que respiraba. Jamás ocultaba su rostro tras unas gafas de sol, ni entendía a los que ponían cristales opacos en las ventanillas de sus coches.
De regalo de bodas pidió nada menos que una “bola de cristal”
- Chica rara esta, para que querrá una bola de cristal, igual es que quiere saber algo de su futuro comentaban entre si sus más allegados, sin sospechar tan solo la deseaba por su hermoso brillo.
Ni que decir que su luna de miel fue otro capricho Venecia pasando primero por Burano, porque quería contemplar las bellezas que se hacían con el vidrio, para terminar en Suiza y ver de cerca la fabrica de Swarosky. Toda una pasión.
Sin embargo no la atraían para nada ni las lámparas ni las vajillas de cristal, es más, las detestaba por la única razón de que se marcaban los dedos en ellas, y nunca estaban transparentes.
Tal era su obsesión que a su primera hija le puso el nombre de Cristal y no por lo frágil precisamente. Por suerte no se parecía en nada a su madre, eran polos opuestos, ella odiaba esa manía absurda de verla siempre con un trapo diferente restregando todo lo que ella tocaba.
Un día tuvieron unas palabras más fuertes que otras porque Cristal había dejado su vaso de café en la mesa y está se quedó manchada con un hermosos redondel.
Incomprensiblemente Cristal que en ese momento estaba comiendo una tableta de chocolate se enfureció y sin pensárselo dos veces restregó sus dedos por todas las ventanas, espejos y mesas en dónde había algo que brillase.
Amalia en un arrebato de histeria le arrojo a la cabeza su maravillosa bola de cristal que en ese momento tenía en la mano, haciéndole una brecha de la que su hija Cristal tardó unos meses en recuperarse.
Me cambie de ciudad y le perdí la pista a Amalia. Pasado unos años pregunté por ella y me contaron que a raíz de lo sucedido le entró una depresión que le duro un par de años y desde entonces le ha disminuido el ansia e interés por los brillos y destellos.
Seguramente que su maravillosa bola de cristal antes protagonista, seguirá haciendo guiños a su dueña desde algún rincón de la estantería a donde fue confinada.
Moraleja
Hay que tener cuidado con las obsesiones porque pueden conducirnos a situaciones irreversibles.
Katy 2009-08-11
No me vendría nada mal una Amalia que de vez en cuando se pasase por mi casa para dejar las ventanas como los chorros del oro.
ResponderEliminarYa ves, nunca las obsesiones fueron buenas.
Besos Katy.
Jajaja y a mi, que cuando llueve no veo y cuando no no veo tampoco por el polvo:-(
EliminarPero bueno limpiar hay que limpiar.
Bss
Tengo una vecina parecida a Amalia, lo que no se, es si la obsesión le viene desde niña.
ResponderEliminarTambién puede ser que yo las limpio poco y lo suyo me parece obsesión.
Besos.
Yo además de esta que es uno poco exagerada la historia de jovencita veía a una señora en la casa de enfrente que estaba todos los días limpiando las ventanas. No exagero. ¡Todos los días!.
EliminarBss
Amalia en su obsesión se confundió de país, tenía que haber ido a Austria. Hay obsesiones enfermizas, empiezan con pequeñeces y pueden crecer hasta ser una enfermedad. Mi obsesión es no limpiar los cristales, jeje Un abrazo
ResponderEliminarSi que las hay y muchas. Yo tengo algunas manía pero obsesiones ninguna. ¡Todavía! jajaja , porque igual me da alguna.
EliminarBss
Para todo en la vida hay que tener moderación para no caer en la obsesión.
ResponderEliminarUn abrazo, Katy.
Pues si, es como una fanatismo pero doméstico. Todo llevado a un extremo u otro es negativo.
EliminarBss
Yo soy al revés que Amalia, odio limpiar cristales y me quedan fatal :( Tengo una tía que se le parece, cinco minutos más y nace detergente...espero que a mis primos no les de por churretearle la mesa de chocolate...aunque confieso que a veces me ha apetecido hacerlo hasta a mí.
ResponderEliminarUn beso, guapa
Llevas razón te crees que están limpios y luego cuando da el rayito de sol, madre mía:-)
EliminarConozco muchas que son del todo obsesivas
pero hasta la neurosis. Tu tia es la de los típicos anuncios de detergentes antiguos dirigidos a las mujeres: "Lava más blanco "
Bss
Con moderaciòn la vida es mucho mas sana y divertida.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Ya te digo, hay un tiempo para todo. Un abrazo Fus
EliminarSi, no creo saludable ningun tipo de mania, algun problema debe tener quien asi actua
ResponderEliminarGrato leerte
Cariños y buensisimo fin de semana
Pues más bien no Abu. Manias las tenemos todos, caprichos pero las obsesiones dañan a la persona y a los que las rodean. Cuando mis nietos se van tengo un muestrario de dedos y menús no solo en los cristales, sino en ventanas, sillas, puertas...
EliminarPero no lo cambio a ellos por el brillo:-)
Todas las obsesiones son nefastas y deben saberse controlar.
ResponderEliminarBesos querida katy
Así es Ilesin pero no debe ser algo fácil, sino no existirían. Algunos son enfermedades para tratar por psiquiatras.
EliminarBss
Las únicas bolas de cristal que he tenido, y aún conservo en un tarro, son un montón de canicas, siempre tan limpias y transparentes por el roce entre sí y con el forro del bolsillo de los pantalones cortos en los que las guardaba cuando era crio. Cómo relucian aquellos pequeños trofeos. Creo que debí ser de los últimos niños que jugó a las canicas. Ya entonces era un juego en decadencia, que apenas jugaba casi nadie.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que guay yo de chica jugaba a las canicas y no con las muñecas. Me encantaban. Es genial que aún las conserves, cualquier día se ponen de moda otra vez. Yo guardaba unas pero me deshice de ellas cuando nacieron mis nietos por miedo a que se las tragase alguno.
EliminarBss
Jjejeje Me pasa como a dlt: Unos años más tarde intenté enseñarle a mis sobrinos... ¡y ya no recordaba cómo se ponían las manos!
ResponderEliminarUn abrazo, Katy
Jajaja eso si que es bueno. Yo tampoco lo recuerdo muy bien. Pero si recuerdo que en Venezuela jugábamos como aquí con los bolos. Y si tocabas las del otro te la quedabas:-)
EliminarBss
Es un relato que me atrapó. Desde luego esa manía yo no la tengo...Es veridica esta historia?
ResponderEliminarUn beso.
Hola Karin, está basada en una historia real y conocía a la protagonista. Está un poco adornada eso si. Ya ha muerto, y la hija es mayor. Por cierto no se parece ala madre en nada:-)
EliminarBss
Muchas gracias por tu acogida y amistad. Por ofrecerme ese lugar.
ResponderEliminarBss
Si se aburre tu amiga que pase por mi casa, pero que la obsesión se la deje en la suya. ¡Hasta qué extremo llegó!
ResponderEliminarEso es enfermizo.
Un beso Katy
No creo porque según tengo oído ya no está entre nosotros. Pobre se pasó la vida frotando para ver y se quedó sin ver por tanto frotar:-) Paradojas de la vida. Totalmente de psiquiátrico.
EliminarBss