Federico García Lorca (poemas varios)

Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso de silencio,
de un blanco
silencio.

Anillo formidable,
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.

El diamante de una estrella
ha rayado el hondo cielo,
pájaro de luz que quiere
escapar del universo
y huye del enorme nido
donde estaba prisionero
sin saber que lleva atada
una cadena en el cuello.[…]

Un brazo de la noche
entra por mi ventana.

Un gran brazo moreno
con pulseras de agua.

Sobre un cristal azul
jugaba al río mi alma.

Los instantes heridos
por el reloj… pasaban.

Cuatro granados
tiene su huerto.(Toma mi corazón
nuevo.)
Cuatro cipreses
tendrá tu huerto.
(Toma mi corazón
viejo.)

Sol y luna.
Luego…
¡ni corazón
ni huerto!

Con un lirio en la mano
te dejo.
¡Amor de mi noche!

¡Domador de sombrías
mariposas!
Sigo por mi camino.
Al cabo de mil años
me verás.
¡Amor de mi noche!

El que camina
se enturbia.
El agua corriente
no ve las estrellas.
El que camina
se olvida
Y el que se para
sueña.

El viento venía rojo
por el collado encendido
y se ha puesto verde, verde
por el río.
Luego se pondrá violeta,
amarillo y…
Será sobre los sembrados
un arcoiris tendido.

Hay un lucero quieto,
un lucero sin párpados.
-¿Dónde?
-Un lucero…
En el agua dormida
del estanque.

Vivimos en celdas
de cristal,
en colmena de aire!
Nos besamos a través
de cristal.
¡Maravillosa cárcel,
cuya puerta
es la luna!

Si me voy, te quiero más,
si me quedo, igual te quiero.
Tu corazón es mi casa
y mi corazón tu huerto.
Yo tengo cuatro palomas,
cuatro palomitas tengo.
Mi corazón es tu casa
¡y tu corazón mi huerto!

Mi sombra va silenciosa
por el agua de la acequia.

Por mi sombra están las ranas
privadas de las estrellas.

La sombra manda a mi cuerpo
reflejos de cosas quietas.

Mi sombra va con inmenso
cínife color violeta.

Cien grillos quieren dorar
la luz de la cañavera.

Una luz nace en mi pecho,
reflejado, de la acequia.

Dice la tarde: “¡Tengo sed de sombra!”
Dice la luna: “Yo, sed de luceros.”
La fuente cristalina pide labios
y suspira el viento.

La noche quieta siempre.
El día va y viene.

La noche muerta y alta.
El día con un ala.

La noche sobre espejos
y el día bajo el viento. Pasaba mi niña.
¡Que bonita iba
con su vestidito
de muselina!
Y una mariposa
prendida.

¡Síguela, muchacho,
la vereda arriba!
Y si ves que llora
o medita,
píntale el corazón
con purpurina.
Y dile que no llore
si queda solita.
Me pondrá la cara verde
-zumo de lima y limón-,
tus palabras -pececillos-
nadarán alrededor.
[…]
En el cielo de la copla
asoma la luna negra
sobre las nubes moradas.

Y en el suelo de la copla
hay unos yunques negros que aguardan
poner al rojo la luna.

Vestida con mantos negros
piensa que el mundo es chiquito
y el corazón es inmenso.

Vestida con mantos negros.

Piensa que el suspiro tierno
y el grito, desaparecen
en la corriente del viento.

Vestida con mantos negros.

Se dejó el balcón abierto
y al alba por el balcón
desembocó todo el cielo.

¡Ay, yayayayay,
que vestida con mantos negros!

El agua
toca su tambor
de plata.

Los árboles
tejen el viento
y las rosas lo tiñen
de perfume.

Una araña
inmensa
hace a la luna
estrella.

hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.
[…]