Existe una anécdota del gran pintor, escultor e inventor, Leonardo Da Vinci, acerca de su pintura "La última Cena", una de sus obras más copiadas y vendidas en la actualidad.
Tardo 20 años en terminarla debido a que era muy exigente en buscar a las personas que le servían de modelos. Tuvo problemas en iniciar la pintura porque no encontraba al modelo para representar a Jesús quien debía reflejar en su rostro pureza y nobleza. Así mismo el modelo debía poseer una extraordinaria belleza varonil. Encontró a un joven con las cualidades que buscaba y fue el modelo elegido para Jesús cuyo rostro dejaba aflorar los más bellos sentimientos.
Después fue localizando a los 11 apóstoles, dejando pendiente a Judas Iscariote porque no daba con el modelo adecuado. Buscaba a una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia. Por lo que el cuadro quedo inconcluso por largo tiempo hasta que le hablaron de un criminal que estaba detenido. Leonardo fue a verle y era exactamente el Judas que quería para terminar su obra por lo que solicito al alcalde un permiso penitenciario que permitiera al reo que posar para el.
El alcalde, conociendo la fama del maestro Da Vinci acepto gustoso. Durante todo el tiempo que posó el reo no dio muestra de emoción alguna por haber sido elegido como modelo, mostrándose callado y distante. Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, le llamó y le mostró la obra. Cuando el reo vio el cuadro se quedó sumamente impresionado y cayendo de rodillas ante un
Da Vinci extrañado. Cuando este le preguntó por su actitud el preso respondió:
Tardo 20 años en terminarla debido a que era muy exigente en buscar a las personas que le servían de modelos. Tuvo problemas en iniciar la pintura porque no encontraba al modelo para representar a Jesús quien debía reflejar en su rostro pureza y nobleza. Así mismo el modelo debía poseer una extraordinaria belleza varonil. Encontró a un joven con las cualidades que buscaba y fue el modelo elegido para Jesús cuyo rostro dejaba aflorar los más bellos sentimientos.
Después fue localizando a los 11 apóstoles, dejando pendiente a Judas Iscariote porque no daba con el modelo adecuado. Buscaba a una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia. Por lo que el cuadro quedo inconcluso por largo tiempo hasta que le hablaron de un criminal que estaba detenido. Leonardo fue a verle y era exactamente el Judas que quería para terminar su obra por lo que solicito al alcalde un permiso penitenciario que permitiera al reo que posar para el.
El alcalde, conociendo la fama del maestro Da Vinci acepto gustoso. Durante todo el tiempo que posó el reo no dio muestra de emoción alguna por haber sido elegido como modelo, mostrándose callado y distante. Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, le llamó y le mostró la obra. Cuando el reo vio el cuadro se quedó sumamente impresionado y cayendo de rodillas ante un
Da Vinci extrañado. Cuando este le preguntó por su actitud el preso respondió:
-"Maestro Da Vinci, ¿es que acaso no me recuerda?
"Da Vinci observándole fijamente le dijo:
-"No, nunca antes te había visto".
Llorando y pidiendo perdón a Dios, el reo le respondió:
"Maestro, yo soy aquel joven que hace 19 años usted eligió para pintar a Jesús en este mismo cuadro"
La moraleja de esta historia es que por mas belleza física que se posea, es la belleza interna la que finalmente sale a relucir a través del tiempo en nosotros quedando inevitablemente marcada en nuestro rostro. Además aunque sea una anécdota lo que es cierto es que dentro de cada uno existen esa dualidad del bien y el mal. De nosotros depende que no nos dejemos llevar del segundo, como le pasó a nuestro modelo.
Llorando y pidiendo perdón a Dios, el reo le respondió:
"Maestro, yo soy aquel joven que hace 19 años usted eligió para pintar a Jesús en este mismo cuadro"
La moraleja de esta historia es que por mas belleza física que se posea, es la belleza interna la que finalmente sale a relucir a través del tiempo en nosotros quedando inevitablemente marcada en nuestro rostro. Además aunque sea una anécdota lo que es cierto es que dentro de cada uno existen esa dualidad del bien y el mal. De nosotros depende que no nos dejemos llevar del segundo, como le pasó a nuestro modelo.
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