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domingo, 24 de noviembre de 2013
Una historia de guerra
UNA HISTORIA DE GUERRA.
Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle letras, puntos y comas.
Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco Guardias Civiles de veintidós llegados hace cinco meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días. Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que era mucho. Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.
Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa es otra historia. Que la cuenten quienes deben contarla. Aun así, con la resignada disciplina casi suicida que caracteriza al Guardia Civil, se pusieron al tajo. Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta. Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y franceses, sabe de qué van las cosas. Sobre todo con los norteamericanos, que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro. Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para todo. Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar. Y así, a base de orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar Sharif se hicieron respetar.
Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao. De la pérdida de dos Guardias Civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete. Y pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos. Así que el jefe de los Guardias Civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición. Saliendo del despacho, el Guardia Civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James, que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de Qualinao eran Guardias Civiles como ellos, y luego se fue sin más comentarios.
A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco Guardias Civiles se dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el culo del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña, apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines norteamericanos. Y también los polacos y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia. Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera. Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes. Si lo parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.
ARTURO PEREZ -REVERTE
Personalmente soy pacifista y anti toda forma de violencia. Son totalmente inútiles y la historia así lo ha demostrado. Héroes y vencidos a costa de dolor de unos y otros
Pero hay muchas personas buenas que se vieron abocados a luchar en frentes contra su voluntad y millones perdieron su vida en en los campos de batalla en aras de la paz.
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ResponderEliminarMe he emocionado leyendo tu entrada. Como todos, estoy en contra de las guerras, de TODAS y a favor de las fuerzas del Estado, Pérez Reverte puede opinar porque lo ha vivido de cerca como corresponsal de guerra durante años.
Un abrazo
Yo no puedo olvidar que estoy dónde stoy a causa de la guerra y gracias a algunos anónimos. Las odio todas, no soporto ningún tipo de violencia ya sea psíquica o física. Ni una broma alguna. Aún me sobresalto cuando oigo el ruido de los aviones sobre la casa y eso que iba en el vientre de mi madre.
EliminarBss
Les engrandece su actitud porque manifiesta un mínimo de humanidad en un mundo deshumanizado.
ResponderEliminarBesos y feliz semana Katy
Pues si, siempre hubo y habrá personas generosa en medio del desastre.
EliminarBss y buena semana para ti también
Las historias de guerra nunca son morales, pero no podemos olvidar que en ellas siempre hay hombres.
ResponderEliminarUn beso Katy.
Aun en medio del desastre y de la barbarie podemos encontrar actos de generosidad y solidaridad.Los humanos somos así.
EliminarBss
El mejor Pérez Reverte aparece justo cuando se contiene un poco. Como aquí. Un beso, Katy, es una historia hermosa.
ResponderEliminarCierto. A veces no es tan sensible.
EliminarBss Alma y buena semana
Momentos de humanidad como este permiten comprobar que los soldados en las guerras no son brutos, son víctimas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas veces es como dices. El vestir un uniforme a veces es casi a la fuerza.
EliminarBss y buena semana
Eso es lo peor de todo, madame, tener que luchar en contra de la propia voluntad. Veraderamente la mayoría de esos soldados son, como dice monsieur dlt, víctimas.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Es así en mi familia hay historias terribles, y soy hija de la 2ª, así que me dan escalofríos recordar cualquier forma de violencia.
EliminarBisous
Las guerras solo se llevan inocentes, víctimas... de las arbitrariedades ajenas pero es bueno encontrar restos de humanidad en ellas.
ResponderEliminarUn besito
Es que no me explico como sigue habiendo tanta violencia en el mundo. Toda la historia está jalonada de conquistas y conquistados, de vencedores y vencidos y seguimos.
EliminarBss
Hermosa historia. La guerra endurece los caracteres y provoca violencias sin cuento, pero también existen casos de proezas, heroicidades y bondad. Las gentes suelen convertirse o bien en monstruos o en verdaderos paladines de la humanidad.
ResponderEliminarUn beso
Todos sabemos que el hábito no hace al monje. Cuantos padres de familia obligados a defender lo indefendibles, madres viendo caer a sus hijos bajo las balas y total ¿Para qué? Seguimos igual los unos y los otros.
EliminarBss
Mi querida Katy, te entiendo perfectamente cuando dices que esta en contra de toda actitud violenta, como lo son las guerras y conflictos bélicos, que no llevan a ninguna parte, solo dejan un camino de muerte y destrucción, y en la mayoría de los casos entre gente inocente.
ResponderEliminarBesos
Cierto corazón, la guerra es cruel, injusta y pienso que nunca sirve para nada.
ResponderEliminarSiento la pérdida de tu cuñado. ¿Cómo llevas la rehabilitación?, yo sigo, hoy seis días y parece que la rodilla duele menos, pero va a ser largo.
Un abrazo.
la guerra es un negocio que mueve muchísimo dinero. y lo pagan las víctimas, siempre.
ResponderEliminarun beso