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miércoles, 3 de junio de 2009

El vestido de algodón barato



Una mujer con desteñido vestido de algodón barato y su esposo, vestido con un raído traje, se bajaron del tren en Boston, y caminaron tímidamente sin tener una cita a la oficina de la secretaria del Presidente de la Universidad de Harvard.La secretaria adivinó en un momento que esos venidos de los bosques, campesinos, no tenían nada que hacer en Harvard y probablemente no merecían estar en Cambridge.
‘Desearíamos ver al presidente’ dijo suavemente el hombre. ‘El estará ocupado todo el día’ dijo molesta la secretaria.‘Esperaremos’ replicó la mujer.Por horas la secretaria los ignoró, esperando que la pareja finalmente se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vio aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al presidente, aunque era una tarea que ella siempre esquivaba. Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos, se irán’ le dijo. El hizo una mueca de desagrado y asintió. Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo para ocuparse de ellos, y el detestaba los vestidos de algodón barato y los raídos trajes en la oficina de su secretaria.

El presidente, con el ceño adusto y con dignidad, se dirigió con paso arrogante hacia la pareja. La mujer le dijo, tuvimos un hijo que asistió a Harvard por solo un año. El amaba a Harvard. Era feliz aquí. Pero hará un año, murió en un accidente. Mi esposo y yo deseamos levantar un memorial para él, en alguna parte del campus’. El presidente no se interesó. El estaba en shock….’Señora’, dijo ásperamente, ‘no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio.’“No”, explicó la mujer rápidamente. ‘No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard’. El presidente entornó sus ojos. Echó una mirada al vestido de algodón barato y al traje raído, y entonces exclamó ‘Un edificio. ¿Tienen alguna remota idea de cuanto cuesta un edificio? Hemos gastado más de siete millones y medio de dólares en los edificios aquí en Harvard!’ Por un momento la mujer guardo silencio. El presidente estaba feliz. Tal vez se podría deshacer de ellos ahora.
La mujer se volvió a su esposo y dijo suavemente ‘¿Eso es todo lo que cuesta iniciar una universidad?
¿Por qué no iniciamos la nuestra?’ Su esposo asintió.El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto. El Sr. Leland STANFORD y su esposa se pararon y se fueron, viajando a Palo Alto, California, dónde establecieron la universidad que lleva su nombre, la Universidad Stanford, en memoria de un hijo del que Harvard no se interesó.

Una conmovedora historia real que demuestra el error de prejuzgar, la ceguera de la intolerancia y el poder emprendedor del amor y apego a los ideales. Así nació la universidad de Stanford

2 comentarios:

  1. Anónimo3/6/09 06:54

    El traje no hace al monje...

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  2. Ante todo agradezco tu comentario.
    Cierto que el traje no hace el interior del monje, y las apariencias engañan pero creo que lo identifica. Pienso que en este relato de lo que se trata es de no juzgar el interior de una perosona hasta escucharla primero. El error fue la soberbia del Rector a no esperar que terminaran de hablar si no interrumpirles PRESUPONIENDO que no tenían nada que ofrecer.

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Gracias por tu pasos y mucho agradezco que dejes tu huella,

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