Quiero tener un recuerdo especial en el día de hoy para mi padre que ya no esta entre nosotros, a través de los ojos de su nieta mayor.
Tibor tiene 77 años. Es gordito, no muy alto, lleva bigote y usa gafas delante de unos grandes ojos azules. El pelo peinado hacia atrás color ceniza está cada día más blanco. En Otoño e invierno siempre lleva sombrero de fieltro y en cualquier época del año zapatos de cordones. Es el típico abuelo de cuento, en realidad es mi típico abuelo porque es el único que me queda.
Llegó a España hace más de 20 años desde Hungría, dando una vuelta por Sudamérica. Se trata de una historia muy larga de contar. El caso es que la vida le ha zarandeado bien, de un lado para otro, de arriba abajo y supongo que también de “dentro a afuera”. Como es casi del todo sordo, nunca hemos podido hablar de estas cosas de "dentro y afuera". Para el colmo, aprendió el español cuando casi no oía, así que el idioma se convirtió en un obstáculo más para la comunicación. Nos vemos obligados a hablar con los ojos . A él –como los tiene tan grandes- esto le resulta muy fácil. A mi no me importa, porque es un lenguaje que cada día me gusta más.
Si hablamos de su estado de salud, hay que añadir a la sordera algunos otros datos: un solo riñón y otro que funciona al 50%, unos cuantos infartos y anginas de pecho marcapasos incluído, gota, problemas de circulación, próstata..... Y esto siendo breve y remitiéndome a lo más importante para no aburrir. La consecuencia inevitable de este cuadro médico es que periódicamente –cada dos o tres meses en los últimos años- le mandan al Severo Ochoa, que ya se ha convertido en su segunda casa, y por extensión en la de su enfermera preferida que es mi abuela.
En la familia ya no nos asustamos. Por dentro, cada vez que nos enteramos de que le han ingresado, todos pensamos “¡otra vez!”, sin mayores preocupaciones. El Pabellón C del 1º piso del Severo Ochoa se ha convertido en nuestro sitio más común de vida familiar. Nos encontramos, intercambiamos noticias, reímos juntos y nos despedimos hasta la próxima vez. Todo esto mientras el observa la reunión y supera pacientemente uno de sus achuchones. Si no fuera por su buen humor no habría encuentro familiar posible.
A la vida familiar que se ha creado en torno a él hay que añadir la afectiva que le une a cada uno de nosotros. Ha gastado su vida en darnos cariño; siempre con sus caramelos y pequeños detalles. Tiene también la costumbre de ofrecerle algo a mi abuela de su propio plato, pobrecilla así tiene el colesterol. Prepara los canapés en Nochevieja y decora las cortinas con los números del Año Nuevo. Aún con las neuronas un poco gastadas siempre está dispuesto a darnos una paliza jugando al ajedrez. No hay chapuza casera para la que pidamos ayuda y no se ponga inmediatamente manos a la obra.
Parece imposible que desde un mundo de silencio y de sufrimiento físico como el de mi típico abuelo, pueda comunicarse tan fielmente la alegría de la vida. La razón sin embargo es muy sencilla: “nada llega más lejos en un corazón vivo que una mirada sincera y una sonrisa. Y tendrías que ver la sonrisa de mi abuelo...
Angela Sánchez
Llegó a España hace más de 20 años desde Hungría, dando una vuelta por Sudamérica. Se trata de una historia muy larga de contar. El caso es que la vida le ha zarandeado bien, de un lado para otro, de arriba abajo y supongo que también de “dentro a afuera”. Como es casi del todo sordo, nunca hemos podido hablar de estas cosas de "dentro y afuera". Para el colmo, aprendió el español cuando casi no oía, así que el idioma se convirtió en un obstáculo más para la comunicación. Nos vemos obligados a hablar con los ojos . A él –como los tiene tan grandes- esto le resulta muy fácil. A mi no me importa, porque es un lenguaje que cada día me gusta más.
Si hablamos de su estado de salud, hay que añadir a la sordera algunos otros datos: un solo riñón y otro que funciona al 50%, unos cuantos infartos y anginas de pecho marcapasos incluído, gota, problemas de circulación, próstata..... Y esto siendo breve y remitiéndome a lo más importante para no aburrir. La consecuencia inevitable de este cuadro médico es que periódicamente –cada dos o tres meses en los últimos años- le mandan al Severo Ochoa, que ya se ha convertido en su segunda casa, y por extensión en la de su enfermera preferida que es mi abuela.
En la familia ya no nos asustamos. Por dentro, cada vez que nos enteramos de que le han ingresado, todos pensamos “¡otra vez!”, sin mayores preocupaciones. El Pabellón C del 1º piso del Severo Ochoa se ha convertido en nuestro sitio más común de vida familiar. Nos encontramos, intercambiamos noticias, reímos juntos y nos despedimos hasta la próxima vez. Todo esto mientras el observa la reunión y supera pacientemente uno de sus achuchones. Si no fuera por su buen humor no habría encuentro familiar posible.
A la vida familiar que se ha creado en torno a él hay que añadir la afectiva que le une a cada uno de nosotros. Ha gastado su vida en darnos cariño; siempre con sus caramelos y pequeños detalles. Tiene también la costumbre de ofrecerle algo a mi abuela de su propio plato, pobrecilla así tiene el colesterol. Prepara los canapés en Nochevieja y decora las cortinas con los números del Año Nuevo. Aún con las neuronas un poco gastadas siempre está dispuesto a darnos una paliza jugando al ajedrez. No hay chapuza casera para la que pidamos ayuda y no se ponga inmediatamente manos a la obra.
Parece imposible que desde un mundo de silencio y de sufrimiento físico como el de mi típico abuelo, pueda comunicarse tan fielmente la alegría de la vida. La razón sin embargo es muy sencilla: “nada llega más lejos en un corazón vivo que una mirada sincera y una sonrisa. Y tendrías que ver la sonrisa de mi abuelo...
Angela Sánchez
Qué voy a comentar....? si era nuestro padre, descrito por su nieta mayor a la perfección. Manaaa gracias por colgar esta descripción tan tierna
ResponderEliminarMe alegro que te hayas animado a entrar. Lo he colgado porque al recordar a mi padre me acorde de esta foto que acababa de ver y quise tener ese detalle con todos, hijos y nietos, sobrinos y por supuestocontigo y con madre. La foto es calcada a la descripción de Ángela. (la hizo Beatriz en el 96)
ResponderEliminarBUAAAAAAAAAA se me ha vuelto a saltar la lagrimilla... el Nagy era mucho Nagy. Gracias a Dios que aun tenemos un pedacito suyo, que es la Nagy... y bueno esos dos pedazos de hijas que dejo en este mundo, y los 5 nietos, y los 7 biznietos... que pedazo de abuelo
ResponderEliminarSencillamente preciosa la carta. Me ha emocionado porque en la descripción he querido ver a mi padre, tan bueno, tan generoso y con un envidiable sentido del humor.
ResponderEliminarGracias Katy, una vez más, por estar al quite siempre con mis penas.
Un beso.
Gracias Elena, yo tambien lo que querido compartir contigo. Podría haberlo hecho antes, pero hoy al hablar del hospital me ha vuelto a dar un vuelco el corazón. Simplemente quería que supieras que tengo razones para entenderte y sentirme cercana a tu pena.
ResponderEliminarUn beso y gracias por pasar