Siguiendo el tema de los hijos, llega un momento en nuestra vida, en el que los hijos se hacen cargo de la suya y se responsabilizan de sus propias acciones. Pero el problema es que los padres no nos lo acabamos de creer. Nunca a nuestros ojos les consideramos demasiado maduros para dejar al menos mentalmente de preocuparnos por ellos y de asistir como meros espectadores sin involucrarnos en todo lo que a ellos se refiere. ¿Por qué a los padres nos cuesta a veces tanto, ceder el testigo, sin condiciones a los hijos? Seguramente porque los humanos estamos hechos así.
Recordé mi propia madurez, los conflictos y problemas, que surgieron cuando no me creían capaz de asumir las riendas de mi vida, hasta que demostré con creces que la tenía más que merecida. Aún mis padres siempre tenían algo que decir, algo que advertirme.
Contaba con 29 años y ya era madre de 3 niños cuando decidí por méritos propios que nadie tendría que preocuparse por mí, porque ya me preocupaba yo por todo.
¿”Pero cuándo llegaría el día en el que yo iba a dejar de agobiarme”?
Mi madre ya me advirtió que ese día no llegaría nunca, aunque yo me reserve el derecho a la duda. En mi caso las preocupaciones estaban justificadas y era algo meramente circunstancial. Cuando fuesen un poco mayores, cuando hablasen claro, cuando comieran solos, cuando pudiesen ir al colegio sin tutelarles, cuando estuvieran en la Universidad, cuando se echaran novio, cuando fuesen adultos, cuando se casaran, entonces solo entonces podría relajarme y vivir más tranquila. Pero no pensé en los muchos cuandos que tenían que pasar para que al fin llegara ese día aún lejano si es que llegaba.
Están casados, y yo todavía a mis 60 años continúo angustiándome con sus posibles preocupaciones, tristezas, agobios y trabajos. Sé que mi motivación no es la desconfianza, porque creo que la VIDA prosigue su curso y creo en sus capacidades de sobra demostradas, pero como madre que soy me afecta todo lo que a ellos les concierne.
Por supuesto que hace tiempo les entregué el testigo, pero sigo reservándome una antorcha que les ayude a ver el camino, por si no ven bien en los claros oscuros de la vida y desean recurrir a ella..
Este es nuestro destino como padres, preocuparnos, aunque yo prefiero hoy día utilizar la palabra “OCUPARNOS” sin agobiarles demasiado.
Tiene gracia ahora comprendo un poco mejor a nuestra madre que ya anciana, todavía se preocupa, nos aconseja y nos llena de recomendaciones porque todo lo que nos afecta le concierne a ella por igual.
¡No es cuestión de capacidades, sino de entrañas!
katy 2005
Bien meditado. Como dices, no es que no hayamos cedido el testigo, eso ya hace mucho, pero... somos madres y como madres nuestos hijos son un trozo de nuestra carne, les hemos cuidado tanto a lo largo de su infancia, adolescencia que se ha hecho un hábito y no queremos que eso que tanto hemos cuidado y mimado se haga daño o le hagan daño. Siempre sale nuestra vena materna, aunque no lo queramos y eso no significa que no confiemos en sus capacidades, que sí sabemos que son capaces es ese amor y temor a la vez lo que nos hace vigilantes aun cuando somos nosotras las que necesitaríamos ser vigiladas y mimadas.
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