¿Disfrazamos de idealismo nuestra natural tendencia al egoísmo?
¿Es acaso egoísmo el mirar por nosotros mismos, intentar huir de los miedos, querer el bien de los nuestros para tener garantizados un mínimo de tranquilidad?
¿Cuáles serían los límites del egoísmo? ¿Son nuestros hijos egoístas? ¿Somos los padres egoístas?
Muchas preguntas me han asaltado al respecto y son difíciles de contestar
“La máxima de no hagas a los demás lo que no quieres que hagan contigo” suele ser ante estas preguntas una respuesta socorrida, pero no exenta de trampas, porque en la mayoría de los casos va siempre en la misma dirección. A veces la cumplimos, cumplen, pero no es recíproco, y ocurre que el resultado es la defensa propia.
“Mira el bien del otro” Esta respuesta está condicionada a un tiempo y momento concretos. Mirando el bien del otro le podemos perjudicar o pueden hacernos daño, porque es algo subjetivo. No percibimos por igual.
El oficio de padres es realmente una gran responsabilidad, un peso que nos cae encima sin apenas darnos cuenta, nadie nos ha enseñado a serlo y va en aumento a medida que los hijos crecen.
Cuando despiertas de quitar cacas, de noches enteras en vela, enfermedades, pagar colegios, educación, ropa, alimentos y otro largo etc. de preocupaciones, te encuentras con 20 años más y con la cara del OTRO.
Este otro ya no pide, no obedece, no agradece, no pregunta, simplemente exige y reivindica sus derechos, y nos quedamos perplejos. No sabemos cómo interpretar aquello.
Nos exige respeto, comprensión, libertad, empatía. Sus derechos son cada vez mayores y chocan con los nuestros y cierto es que nosotros le hemos traído al mundo, a un mundo complicado en dónde no es fácil salir adelante. No hay muchas oportunidades para nuestros jóvenes. (Escasean el trabajo, la vivienda asequible) Abundan eso si las ofertas para su gozo y deleite. Disfrutan de largos fines de semana, viajes, juergas con los amigos, coches, dinero para sus gastos, etc.
Los padres tenemos que asumir aunque nos cueste que “ES SU VIDA” y tienen derecho de hacer con ella lo que les plazca. A veces escuchamos lo del “no me entendéis”, “lo estoy pasando mal” “Me acomplejáis” “Me frustráis” y un largo etc. de reproches que solo conducen a que nos sintamos mal , y nos culpabilicemos por no saberlo hacer mejor..
Por otra parte tenemos que reconocer que la mayoría de nuestros jóvenes son buenos chicos y tienen buenos sentimientos. Son idealistas, altruistas, constructores de sueños y amigos de sus amigos.
Ser padres supone renunciar del todo a nuestros egoísmos personales y no solo cuando son pequeños. Anteponer el TU ante el YO y eso es lo da verdadero sentido a nuestra vida y la justifica.
Solo permanece lo que hemos sembrado con amor y cariño y por eso seremos recordados.
La vida sigue su curso y es ley de vida que los padres sigan siendo padres y que los hijos sigan siendo nuestros “niños” para siempre.
Año 1997
¿Es acaso egoísmo el mirar por nosotros mismos, intentar huir de los miedos, querer el bien de los nuestros para tener garantizados un mínimo de tranquilidad?
¿Cuáles serían los límites del egoísmo? ¿Son nuestros hijos egoístas? ¿Somos los padres egoístas?
Muchas preguntas me han asaltado al respecto y son difíciles de contestar
“La máxima de no hagas a los demás lo que no quieres que hagan contigo” suele ser ante estas preguntas una respuesta socorrida, pero no exenta de trampas, porque en la mayoría de los casos va siempre en la misma dirección. A veces la cumplimos, cumplen, pero no es recíproco, y ocurre que el resultado es la defensa propia.
“Mira el bien del otro” Esta respuesta está condicionada a un tiempo y momento concretos. Mirando el bien del otro le podemos perjudicar o pueden hacernos daño, porque es algo subjetivo. No percibimos por igual.
El oficio de padres es realmente una gran responsabilidad, un peso que nos cae encima sin apenas darnos cuenta, nadie nos ha enseñado a serlo y va en aumento a medida que los hijos crecen.
Cuando despiertas de quitar cacas, de noches enteras en vela, enfermedades, pagar colegios, educación, ropa, alimentos y otro largo etc. de preocupaciones, te encuentras con 20 años más y con la cara del OTRO.
Este otro ya no pide, no obedece, no agradece, no pregunta, simplemente exige y reivindica sus derechos, y nos quedamos perplejos. No sabemos cómo interpretar aquello.
Nos exige respeto, comprensión, libertad, empatía. Sus derechos son cada vez mayores y chocan con los nuestros y cierto es que nosotros le hemos traído al mundo, a un mundo complicado en dónde no es fácil salir adelante. No hay muchas oportunidades para nuestros jóvenes. (Escasean el trabajo, la vivienda asequible) Abundan eso si las ofertas para su gozo y deleite. Disfrutan de largos fines de semana, viajes, juergas con los amigos, coches, dinero para sus gastos, etc.
Los padres tenemos que asumir aunque nos cueste que “ES SU VIDA” y tienen derecho de hacer con ella lo que les plazca. A veces escuchamos lo del “no me entendéis”, “lo estoy pasando mal” “Me acomplejáis” “Me frustráis” y un largo etc. de reproches que solo conducen a que nos sintamos mal , y nos culpabilicemos por no saberlo hacer mejor..
Por otra parte tenemos que reconocer que la mayoría de nuestros jóvenes son buenos chicos y tienen buenos sentimientos. Son idealistas, altruistas, constructores de sueños y amigos de sus amigos.
Ser padres supone renunciar del todo a nuestros egoísmos personales y no solo cuando son pequeños. Anteponer el TU ante el YO y eso es lo da verdadero sentido a nuestra vida y la justifica.
Solo permanece lo que hemos sembrado con amor y cariño y por eso seremos recordados.
La vida sigue su curso y es ley de vida que los padres sigan siendo padres y que los hijos sigan siendo nuestros “niños” para siempre.
Año 1997
Hoy con los hijos ya mayores tengo algunas cosas algo más claras. Los hijos no son de nuestra propiedad. Lo nuestro es sembrar, sembrar y sembrar sin pone límites a nuestra generosidad . Son ellos los que han de dar su respuesta a la vida como lo hemos hecho nosotros .
El papel de abuelos es el ideal de relación con los nietos, pero al mismo tiempo atisbamos que nuestros hijos siguen estando ahí, repitiendo tal vez las mismas preguntas y los mismos errores que nosotros hemos hecho años atrás.
Katy
Katy:
ResponderEliminarPerdón por responderle aquí, pero mi blog en Wordpress está abandonado y apenas descubrí su comentario. El texto "Cuando vinieron por mí" es de Martin Niemöller, como se explicaba en la entrada siguiente a aquella en la que usted formuló la pregunta.
Saludos cordiales.