La muerte siempre es triste, y en estos días de fiesta más. Pero para los creyentes no deja de ser una gran ayuda la esperanza del reencuentro, saber que nuestros seres queridos nos esperan y nos encontraremos algún día con ellos. A los que han perdido a alguien amado estos días, (como una amiga hoy) van estas palabras de consuelo de San Agustín.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo! ¡
Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen;"
¡Cómo!... ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme: cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mi me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas.
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